VenePirámides
“No es suficiente combatir la ignorancia de los ignorantes. Es preciso también, y en primer lugar, combatir la ignorancia de los que saben muchas cosas, incluso de los que creen saberlo todo”. Esta frase del político, escritor y ensayista francés Edgar Faure (1908-1988), permite describir de una forma muy concreta, lo que ha pasado con el Mercado de Capitales en Venezuela visto desde el enfoque, madurez y pericia de los que hoy se encuentran al frente del órgano que lo administra y supervisa.
Las alternativas de captación de recursos que se encontraban en el mercado de valores han desaparecido por completo, tras el silencio ignómino de aquellos que haciéndose pasar por voz del colectivo, han levantado su mano blandiendo su inopia cual bastón de mando, dejando a las empresas, ahorristas e inversionistas en un camino de un solo sentido, es decir, el de la banca tradicional para pedir o prestar dinero.
Como se puede hablar desde el Gobierno de canalizar el ahorro hacia bienes productivos, sí la SNV a lo único que se ha avocado durante el año, ha sido a las intervenciones de casas de bolsa y sociedades de corretaje? Es que acaso, la SNV no debe atender igualmente al resto de las participantes del mercado?
Haciendo comparaciones, durante el año 2009 fueron autorizados por la Comisión Nacional de Valores la cantidad de 5.259 millones de Bolívares Fuertes en emisiones de acciones, obligaciones, papeles comerciales y títulos de participación. Contrario a lo anterior, el año 2010 arroja el saldo de 224 millones de Bolívares Fuertes, únicamente en emisión de acciones, representando una caída del 96%. Por tanto la pregunta es: ¿Quien es el responsable de esto?
La nueva Ley de Mercado de Valores al parecer se ha convertido en obituario de un sector de la economía y no en una herramienta que impulse el desarrollo de alternativas y productos que permitan el intercambio de bienes en un ambiente controlado y equitativo. Por otra parte, las personas e instituciones que quieren participar en el Mercado deben someterse a todas las leyes y normas que se dicten al efecto, mientras que bajo la luz que brinda la oscuridad, se crean instituciones y figuras que no responden o compiten en condición de igualdad con aquellos que se encuentran fuera del paraguas del Estado.
El Odio y la Impericia se han levantado como armas de destrucción masiva, alimentando lo único que puede quedar después de arrasar la tierra: desolación, incertidumbre e improductividad. Para hacernos de una idea podemos tomar como ejemplo la integración que se ha estado estructurando entre los mercados de Colombia, Perú y Chile (El Bloque del Pacifico) ó el crecimiento que ha mostrado el Mercado de Valores de Brasil, permitiendo dibujar a Venezuela como una tierra estéril rodeada de regiones vivas y prosperas.
Los legisladores han jugado con el desconocimiento del pueblo, ladrando las órdenes recibidas al son de una canción nacida en San Pedro de Macorís, sin ninguna planificación u objetivo preciso, resultando más fácil destruir que regular. Su ignorancia ha sido su tarjeta de presentación y el elemento que los ha hecho responsable de borrar espacios que bien llevados -por personas dedicadas y preparadas- han contribuido al crecimiento y soberanía en nuestros países vecinos.
“El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital”, José Martí (1853-1895).
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