Enamorarse no solamente provoca estados de euforia, sino también afecta el funcionamiento de las zonas del cerebro asociadas con la actividad intelectual. Los resultados del estudio realizado por un grupo de investigadores encabezado por Stephanie Ortigue de la Universidad de Syracuse, Estado de Nueva Yourk, EE.UU, fueron publicados en la revista ‘Journal of Sexual Medicine’.
Los científicos afirman que, para enamorarse, uno tarda solamente una quinta parte de segundo. En este momento, doce zonas del cerebro conjuntamente liberan sustancias -tales como la noradrenalina, la dopamina, la oxitocina, la arginina vasopresina-, que generan ese estado tan agradable. Estas hormonas nos hacen perder la cabeza, y además, como todo sucede en un instante, nos deja sin tiempo para pensar en lo que hacemos o sentimos.
La noradrenalina y la dopamina son mediadores, es decir, sustancias que facilitan la transmisión de impulsos nerviosos de una célula a otra. Funcionan en aquellas zonas de corteza cerebral asociadas con el análisis de la información recibida del exterior, en particular, la información visual y auditiva.
A los enamorados todos los colores les parecen más vivos, mientras que los contornos de los objetos, al revés, se ven menos exactos. Esto es el resultado del exceso de noradrenalina. En cuanto a la dopamina, esta hormona provoca la intensificación del oído, por eso los enamorados pueden 'oír crecer la hierba'.
La concentración elevada de estas sustancias en el cerebro hace a los enamorados más atentos. En este estado, a las personas se les agudizan todos los sentidos, pero acaso pudieran entender todo lo que les pasa. Los centros cerebrales responsables del pensamiento lógico de los enamorados normalmente están abatidos, porque simplemente no pueden dominar toda la información recibida por los órganos de sentido.
Para el sistema nervioso, enamorarse significa funcionar en emergencia, debido a la sobrecarga de información, pero, salvo algunos tristes casos, los ‘fallos’ no ocurren. Como mostraron los científicos, los nervios de los enamorados están protegidos por una elevada concentración de una proteína denominada 'el factor del crecimiento nervioso' (NGF por sus siglas en inglés). Esta proteína estimula el crecimiento de células nerviosas y facilita la reparación de las estructuras neuronales.
Según la investigación, la mayor liberación de hormonas en el cerebro se produce en las personas que se enamoran por primera vez en su vida. Los amores posteriores hacen al organismo más ‘resistente’ a esta ‘enfermedad’. La concentración de la NGF en los amantes ‘veteranos’ también baja.
Los científicos también revelaron que diferentes tipos de amor estimulan diferentes zonas del cerebro. El amor materno afecta en general el área central del cerebro, mientras que el amor apasionado estimula los centros visuales. Probablemente, el dicho popular de que ‘los hombres aman por ojos’ ya tiene una sólida base científica.
En cuanto al corazón, su latido arítmico, que nos provoca sentir ‘mariposas en el estómago’, también está controlado por sus correspondientes zonas del cerebro. La culpa la tiene la noradrenalina, la oxitocina y la arginina vasopresina, que provocan el ritmo acelerado del funcionamiento de este órgano.
Los investigadores esperan que los resultados de su estudio ayuden a los médicos a elaborar nuevas terapias para los pacientes ‘enfermos de amor’.
Los científicos afirman que, para enamorarse, uno tarda solamente una quinta parte de segundo. En este momento, doce zonas del cerebro conjuntamente liberan sustancias -tales como la noradrenalina, la dopamina, la oxitocina, la arginina vasopresina-, que generan ese estado tan agradable. Estas hormonas nos hacen perder la cabeza, y además, como todo sucede en un instante, nos deja sin tiempo para pensar en lo que hacemos o sentimos.
La noradrenalina y la dopamina son mediadores, es decir, sustancias que facilitan la transmisión de impulsos nerviosos de una célula a otra. Funcionan en aquellas zonas de corteza cerebral asociadas con el análisis de la información recibida del exterior, en particular, la información visual y auditiva.
A los enamorados todos los colores les parecen más vivos, mientras que los contornos de los objetos, al revés, se ven menos exactos. Esto es el resultado del exceso de noradrenalina. En cuanto a la dopamina, esta hormona provoca la intensificación del oído, por eso los enamorados pueden 'oír crecer la hierba'.
La concentración elevada de estas sustancias en el cerebro hace a los enamorados más atentos. En este estado, a las personas se les agudizan todos los sentidos, pero acaso pudieran entender todo lo que les pasa. Los centros cerebrales responsables del pensamiento lógico de los enamorados normalmente están abatidos, porque simplemente no pueden dominar toda la información recibida por los órganos de sentido.
Para el sistema nervioso, enamorarse significa funcionar en emergencia, debido a la sobrecarga de información, pero, salvo algunos tristes casos, los ‘fallos’ no ocurren. Como mostraron los científicos, los nervios de los enamorados están protegidos por una elevada concentración de una proteína denominada 'el factor del crecimiento nervioso' (NGF por sus siglas en inglés). Esta proteína estimula el crecimiento de células nerviosas y facilita la reparación de las estructuras neuronales.
Según la investigación, la mayor liberación de hormonas en el cerebro se produce en las personas que se enamoran por primera vez en su vida. Los amores posteriores hacen al organismo más ‘resistente’ a esta ‘enfermedad’. La concentración de la NGF en los amantes ‘veteranos’ también baja.
Los científicos también revelaron que diferentes tipos de amor estimulan diferentes zonas del cerebro. El amor materno afecta en general el área central del cerebro, mientras que el amor apasionado estimula los centros visuales. Probablemente, el dicho popular de que ‘los hombres aman por ojos’ ya tiene una sólida base científica.
En cuanto al corazón, su latido arítmico, que nos provoca sentir ‘mariposas en el estómago’, también está controlado por sus correspondientes zonas del cerebro. La culpa la tiene la noradrenalina, la oxitocina y la arginina vasopresina, que provocan el ritmo acelerado del funcionamiento de este órgano.
Los investigadores esperan que los resultados de su estudio ayuden a los médicos a elaborar nuevas terapias para los pacientes ‘enfermos de amor’.
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